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- Publicado el Lunes, 09 Abril 2012 11:22
No va más: hora de llevar al matadero a nuestros políticos
· S. McCoy 09/04/2012 06:00h
Desde hace meses, muchos meses ya, en Valor Añadido hemos alertado de un doble fenómeno que amenazaba con dejar España como un erial por varias generaciones. Me estoy refiriendo la italianización de la política y a la argentinización de la economía. Ambas son consecuencias, manifestaciones de una realidad. La causa última hay que buscarla en el absurdo consentimiento colectivo al travestismo vivido por nuestra prometedora democracia -poder que emana del pueblo-, convertida ahora en patética partitocracia -donde una clase dirigente mediocre busca proteger sus propios privilegios sin importarle un bledo el destino de aquellos a quienes gobiernan-.
Cuando el deterioro alcanza los niveles vividos en nuestro país, el efecto es doble: desapego ciudadano hacia el mejor de los peores sistemas políticos posibles, caso de Italia, y progresiva eliminación de la clase media, como en Argentina, principal amenaza para su corrupto estatus. Pero el impacto no se queda ahí. El primero de los factores genera un vacío que, sin duda, la propia sociedad se encarga de rellenar. Surgen así instituciones alternativas, caso de la Mafia o el poder empresarial. En caso del segundo, lo que provoca es una polarización de la sociedad entre privilegiados y miserables que, además, son movidos al antojo de los gobernantes a través del oportuno uso del mensaje. Salvados por la campana.
Vomitivo.
Uno no ha podido evitar esta Semana Santa quedarse con la sensación de que eso, exactamente, es lo que de un modo u otro está sucediendo a nuestra nación. Es tal el cúmulo de reproches entre una y otra bancada del arco parlamentario, tan infantil el recurso al ‘y tú más’ que a uno le invade el convencimiento de que el futuro de sus hijos y de los míos hace ya mucho tiempo que quedó en segundo plano; la convicción de que lo único que les importa es la siguiente elección y, con ella, el mantenimiento de la arrogancia de quien, estando en el poder de prestado, quiere hacerse con él por la vía de la usucapión. Que los presupuestos lleguen tarde, en una situación crítica como la actual, porque habían quedado subyugados a una contienda regional, clama al cielo. Unos meses perdidos que ahora amenazan con cobrarse su particular factura.
Recomiendo encarecidamente a los que han estado desconectados estos días la lectura del artículo publicado por Daniel Lacalle este fin de semana. Se trata de una pieza imprescindible porque su criterio esconde una compartida crítica de fondo que es la realmente preocupante. La preparación al servicio de esa perversión que acabamos de describir. Es verdad que hemos estado ocho años en manos de una mayoría de indocumentados cuyo principal mérito era la mayor o menor simpatía que les profesaba el aliado de las civilizaciones. Han sido sustituidos por un nuevo gobierno, que no por un gobierno nuevo, si nos atenemos a la trayectoria y servidumbre pública de buena parte de sus integrantes. De hecho, pese a su teórica preparación, en él se aprecia ese sentimiento de lealtad a su viciada condición que le impide tomar aquellas decisiones que le podría reconciliar con su papel para gozo de sus votantes. Nadar y guardar la ropa es siempre receta para el fracaso.
¿Qué es la tecnocracia? Hay un error de concepto básico sobre la misma. No está ligado su ejercicio al conocimiento sino a la prioridad. En la transición buenos profesionales arriesgaron prestigio y fortuna -otros la hicieron en una época de enormes oportunidades- para sacar España adelante. Cuando se habla de un ejecutivo de este perfil no se alude, por tanto, a una cualificación que, además se presupone, sino a una preocupación. Es sinceramente lo que cuesta ver en nuestros dirigentes. Se echa de menos el discurso institucional de unos y otros, la capacidad para poner por delante el todos frente al nosotros, de encuadrar su acción política en la responsabilidad de la historia, de pactar por el bien común. Así nos va y, peor aún, así nos puede ir. Servidor está harto. Con estos, por favor, al matadero y que lleguen los buenos, que los hay y muchos.
Buena semana a todos.